Nadie es un extraño, el mundo y tu sois uno.

Insphirados nace bajo el amparo y la bendición de Pujya Swami Rameshwarananda Giri Maharaj, de cuya luz, entrega y sabiduría bebe este blog. Esta plataforma tiene como humilde pretensión ser un lugar de encuentro, de reflexión y de andadura para todos aquellos que bajo la inspiración de Swamiji han decidido ir en busca de la Verdad. Cada cual al ritmo de sus posibilidades, con mayor o menor acierto, con mayor o menor constancia. Todos son bienvenidos.

jueves, 24 de diciembre de 2015

En estas fechas del solsticio de invierno se encuentran dos símbolos. Por un lado el mensaje Crístico, por otro el cambio de año como oportunidad.
La figura de Jesús de Nazaret, yo diría, es una figura de consenso en su ejemplaridad. Tanto devotos como ateos, chapados a la antigua como modernos o postmodernos, conservadores o revolucionarios ven en ella un modelo a seguir. De ahí la fuerza y la permanencia del mensaje a través de los siglos y las circunstancias más diversas.
Es la imágen de la bondad radical.
Y esa bondad radical permite la redención. Incluso la de aquel "pecador que se arrepiente en el último minuto", porque ese arrepentimiento le permite "abrazar plenamente" esa bondad radical. Y ese es el gran abrazo que transforma.
En este punto enlazan ambos acontecimientos: la figura de Cristo y el cambio de año.
En estas fechas, habitualmente, tod@s recapitulamos. Nos hacemos propósitos y nos creemos durante estas fechas especiales, que seremos capaces de sostenerlos y mantenerlos. El iracundo se ve capaz de gesionar mejor su ira, el tímido de permitirse brillar con luz propia, el mentiroso de ser honesto y auténtico, el arrogante de ser humilde.
Desde estas páginas yo quisiera desearos a tod@s l@s que me leeis que tengáis el acierto y el coraje de convertir esos propósitos en permanentes y disfrutéis de un año deextraordinaria plenitud.

martes, 22 de diciembre de 2015

Un breve comentario sobre el texto anterior del Bhagavad Gita:

Arjuna es el capitán de los Pandavas, los hijos de Pandu. Se enfrenta a los Kurus, un clan perteneciente a su misma raiz familiar, en la batalla de Kurukshetra.
Arjuna le ha pedido a Krishna, Dios encarnado, que sea su áuriga y guíe su carro en la batalla, metafóricamente que lleve las riendas de su propio ser, el carro, en su lucha interior.
Y Arjuna, que es un inquieto devoto, quiere saber cómo reconocer (sólo se reconoce lo que se conoce) a un hombre sabio, dotado de visión divina. Es decir a un hombre liberado en vida.
Y pregunta cuales y cómo son sus palabras, de qué modo habla, pero pregunta también cuál es su silencio. Así que ya en la pregunta va implícito el silencio como un valor, como un elemento que Arjuna intuye debe distinguir al hombre de conocimiento.
Y en la respuesta de Krishna vemos uno tras otro tantos aspectos que introducen ruido en nuestras vidas, un ruido que nos aleja del Ser si no somos capaces de neutralizarlo. Vemos pues que para ascender en nuestro conocimiento del Ser una de las condiciones, necesaria e importante, es despojarnos de tantas cosas que nos sobran, que están impidiendo un silencio sereno, que nos distraen, que nos desarmonizan, que nos perturban.

Lo dejo aquí de momento, para retormarlo pronto. Es un texto de enorme peso y densidad.
Aquí va un fragmento extraordinario del Bhagavad Gita. En él, Arjuna pregunta a Krishna cuales son las características que posee un hombre sabio y obtiene una inigualable respuesta.

54. ¡Oh, Krishna! ¿Cuáles son los síntomas que permiten reconocer a un hombre sabio, dotado de visión divina? ¿De qué modo habla? ¿Cuál es su silencio? ¿Cómo actúa?

KRISHNA:
55. Cuando un hombre se libera de todos los deseos que anidaban en su corazón, y por la gracia de Dios encuentra la dicha divina, entonces su alma descansa definitivamente en paz.
56. El que no es perturbado por las penas ni anhela las alegrías, ya desapegado de los placeres y estando más allá de la pasión: éste es un sabio de mente equilibrada.
57. Quien no se regocija en la fortuna y los bienes, ni se apena en el infortunio o la enfermedad; aquél que donde quiera que esté está libre de ataduras, sin duda posee suprema sabiduría.
58. Quien, al igual que la tortuga, vierte su conciencia hacia dentro, replegando sus sentidos de atracción que ofrecen los placeres externos, éste posee ecuánime sabiduría.
59. Cuando un hombre repliega sus sentidos, los placeres desaparecen, pero no el deseo de tenerlos. Éste sólo desaparece cuando el alma ha obtenido visión de lo supremo.
60. La impetuosa voluptuosidad de los sentidos arrastra a la mente hacia las cosas externas, perturbando así a los hombres sabios, buscadores de la perfección.
61. Hay que retraer la conciencia de los sentidos y verterla en la armonía interior sentándose pues en meditación y con devoción, el alma encuentra descanso en Mí. Cuando los sentidos están en armonía, se obtiene serena sabiduría.
62. El apego surge del deleite en los placeres de los sentidos; del apego surge el deseo y del deseo, la lujuria y el ansia de posesión; y esto conduce a la pasión y a la ira.
63. La pasión turba a la mente y merma la memoria, haciéndonos olvidar nuestro deber. Esto acarrea la insensatez, y la insensatez lleva al hombre a la destrucción.
64. Pero el alma que a pesar de estar en el mundo de los sentidos, mantiene sus sentidos bajo control está libre de apego y descansa serena.
65. En esta paz mental, toda tristeza o sufrimiento desaparecen, pues esa paz es sabiduría y en ella el corazón encuentra sosiego.
66. Un hombre sin disciplina, jamás obtendrá sabiduría, ni tampoco contemplación. Sin contemplación no puede haber paz, y sin paz, ¿cómo puede haber gozo?
67. Pues cuando la mente vaga tras los placeres de los sentidos, la pasión perturba su sabiduría, igual que el viento empuja un cascarón sobre las aguas.
68. El hombre que aparta sus sentidos de los placeres externos obtiene serena sabiduría.
69. Cuando es noche para los demás seres, el hombre disciplinado despierta a la Luz. Y lo que es día para los demás seres, para el sabio que puede ver, es noche.
70. Al igual que todas las aguas fluyen hacia el océano, y no por eso el océano se desborda, el sabio, aunque le surjan deseos, permanece en unidad inquebrantable con su paz interior.
71. El hombre que abandona el orgullo de la posesión, libre del sentimiento del “yo” y de “lo mío”, alcanza la paz suprema.
72. Este es, oh Arjuna, el hombre que descansa en Brahman. Al reconocerle desaparece toda ilusión. Aunque esto ocurriese en el último momento de la vida de un hombre sobre esta tierra, éste puede alcanzar el Nirvana Supremo: este hombre encontrará paz en la unión con Dios.